La nación
20.05.2007
El sociólogo y ex embajador sostiene que la tienda aparte levantada por Fernando Flores, Jorge Schaulsohn y Esteban Valenzuela no tiene un espacio político y social claro donde insertarse, aunque acepta que la iniciativa debe estar siendo observada con interés por Sebastián Piñera y su entorno.
El sociólogo, ex embajador y secretario general del PPD, Pepe Auth, ha sido uno de los portavoces pepedeístas más críticos del movimiento Chile Primero, creado por los tres ex militantes Fernando Flores, Jorge Schaulsohn y Esteban Valenzuela. Según explica Auth a La Nación, es improbable que la organización se encarne socialmente, aunque admite que puede terminar ayudando a la derecha.
-Tres ex referentes del PPD han lanzado el movimiento Chile Primero. A una semana de su presentación, ¿qué percepción tiene usted?
-El relanzamiento de Chile Primero no tuvo grandes sorpresas. No parece ser una fuerza atractiva para personalidades de la cultura o del medio social, como estaba anunciado. Eso ocurre porque un discurso, en el año 2007, a lo Francisco Javier Errázuriz, está medio desfasado en el tiempo… Hay espacio a la derecha de la Alianza y a la izquierda de la Concertación, pero no así entre ambas, ya que las dos coaliciones se han ido moviendo hacia el centro político. Yo no le auguro a Chile Primero conexión con un espacio social o una corriente de opinión verdadera.
-¿No complica que Chile Primero se instale tan cerca del PPD como una alternativa de cambio al statu quo político?
-Siento que los ex compañeros (Fernando) Flores, (Jorge) Schaulsohn y (Esteban) Valenzuela han hecho una opción legítima a partir de un diagnóstico determinado. Nosotros, de otro diagnóstico no tan diferente, hemos decidido jugárnosla por refundar y renovar la Concertación, pero no creo que tengamos un debate particular con ellos.
-¿Usted no cree en el éxito de la iniciativa de Chile Primero?
-Mi diagnóstico, a partir de los datos que poseo, es que no parecen haber encontrado un espacio social claro. Cuando el PPD se formó, se conectó de inmediato con un sentido común de la gente. Tengo la impresión de que Chile Primero es un fenómeno ABC1, es decir, de elite ilustrada. Esto mismo lo probó Errázuriz en su momento y no logró encarnarse en el electorado. Lo intentó Arturo Frei Bolívar y el electorado DC no se perdió. Eso habla de escasez de espacio entre dos coaliciones que representan universos conceptuales y valóricos distintos.
-Pero conquistar 5% del electorado, que finalmente decida las presidenciales, podría ser un logro que dé a Chile Primero la llave de una eventual definición.
-A ver… Constituir un partido no es difícil. Y de acuerdo a lo que he leído, el espacio mediático también está garantizado más allá del resultado electoral de Chile Primero… Tener portada en “La Tercera” diez días antes de su lanzamiento es una cosa que no ha tenido el PPD por otra cosa que no sean sus errores… Pero lo que es difícil es construir un soporte territorial a lo largo de las 345 comunas de Chile y entroncar en la sociedad con una identidad política clara. Creo que el movimiento podría llamar la atención, pero tengo mis dudas de si hay identidad suficiente como para concitar adhesión y movilizar esfuerzos tras un proyecto.
-¿Usted piensa que Chile Primero es una cuña de la derecha para inclinar la presidencial?
-Podría llegar a jugar ese rol. Creo que está siendo mirado con mucha atención e interés por parte de (Sebastián) Piñera, que debe estar muy interesado en que tenga el mayor de los éxitos.
EVALUANDO AL GOBIERNO
-¿En que temas debería hincar el diente el Gobierno para salir del mal momento que vive?
-Tengo la impresión de que el Gobierno tiene una agenda real que es relevante y que va a marcar historia, que es el establecimiento de un sistema de previsión social con cobertura universal. Tiene los recursos y el consenso político para hacerlo. Si el Gobierno dejara eso como legado, ya sería suficientemente importante. También tiene la posibilidad, con menos consenso, de revertir la lenta y progresiva decadencia de la educación pública. Eso sumado a otras transformaciones, como el tremendo paquete pro pymes que anunció esta semana, hace que uno vea una agenda concreta que no se condice con el poco control que se ejerce sobre la agenda pública, que hace aparecer a La Moneda como a la deriva.
-Hay varios en la oposición –pero incluso también en el oficialismo- que ya quieren extenderle certificado de defunción a este Gobierno…
-La derecha cambió completamente de software. Pasó de la oposición al desalojo, en términos de Andrés Allamand. Hoy la apuesta es por la desestabilización, lo que implica un cuadro muy distinto al que enfrentaron Aylwin, Frei y Lagos. La generación de Allamand, que participó en la transición a la democracia y que pensó que la construcción democrática les iba a dar las credenciales democráticas para poder gobernar, siente que se juega la última oportunidad para llegar al Gobierno. Piensan que para lograrlo deben ser una oposición dura, recalcitrante e intolerante. Creo que se equivocan, porque en los grandes temas, como la educación y la previsión, la opción de oposición a todo evento genera un choque con el electorado.
-¿Pero cuánto de responsabilidad tiene también el desorden de los partidos de la Concertación en los problemas del Gobierno?
-Esto es como la historia del huevo y la gallina. Las circunstancias de la gestión de Bachelet son completamente distintas a las de los gobiernos anteriores. Hay más dirigentes políticos haciendo valer su voz en medio de una sociedad civil más exigente y demandante que en los precedentes, donde la gente aún estaba anclada en sus temores. Hoy se exige el ejercicio de los derechos y la satisfacción de las necesidades. La paciencia cívica, en ese contexto, es menor. Eso es fruto de la maduración del país.
“NO PODEMOS BOTAR AL BEBÉ JUNTO AL AGUA SUCIA DE LA BAÑERA”
-¿Se puede dar por muerto el proyecto Transantiago?
-Por el bien de Santiago espero que el Gobierno no ceje en la necesidad de modificar la situación que había hasta febrero, situación que provocaba costos negativos para la gente, como contaminación ambiental, acústica y congestión. Naturalmente podrá llamarse distinto, pero hay muchas razones, en una ciudad de 6 millones de habitantes, para persistir en un sistema integrado, donde puedas ingresar por un rincón y salir por el otro por el mismo precio.
-Pero los costos hoy son mayores en todo sentido, no se cumplió con lo prometido e incluso han aflorado conflictos callejeros espontáneos.
-Efectivamente no se ha cumplido lo prometido, pero no podemos botar al bebé junto al agua sucia de la bañera. El Transantiago tenía problemas de diseño, pero lo que lo hizo naufragar fue el hecho de que haya partido sin sus piezas fundamentales resueltas. El cerebro del sistema no estaba preparado. Si pasas de un sistema de buses desordenado y relativamente anárquico -donde la oferta sigue a la demanda- a un sistema racionalizado, lo mínimo que necesitas es un centro neurálgico que te informe de su funcionamiento. Ese es uno de los tantos errores garrafales que se cometieron.
-¿Por dónde pasaría la solución? El plan de estatizar del ex Presidente Eduardo Frei ha encontrado adhesiones.
-Yo separaría las cosas. Uno puede discutir el rol que le cabe al Estado e incluso comprarse la idea del senador Frei, pero esa es una discusión posterior a la urgencia que vivimos. Ésta se resuelve modificando los contratos, cambiando los operadores y licitando los troncales que no han funcionado. Luego habrá que discutir qué forma definitiva toma eso. Simpatizo con la idea de que exista un responsable público del conjunto del sistema, una autoridad metropolitana, que bien podría ser el Metro u otro. Hay varios instrumentos, pero en lo que no estoy de acuerdo es que sea el Estado el que haga toda la operación, ya que nada indica que lo haría mejor que el sector privado.
lunes, 21 de mayo de 2007
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