domingo, 8 de abril de 2007
Tironi: "Lo que va a salvar a Bachelet es el fin del "bacheletismo""
La segunda
05.05.2007
KAREN TRAJTEMBERG D.
"Estamos en Semana Santa, en período de resurrecciones", señala entre risas Eugenio Tironi. Y esa frase no tiene sólo un componente cristiano para el sociólogo PPD, porque cuando su amigo, el ahora ministro José Antonio Viera-Gallo, fue nominado para integrar el gabinete, no fueron pocos los que afirmaron que los ex Mapu estaban volviendo a la vida... Y eso que en 2005 el mismo Tironi había declarado "muerto" al grupo que él también integró.
Y está contento por este retorno, aunque aclara que no se trata de los ex Mapu -grupo al que también pertenecieron José Miguel Insulza, Enrique Correa, Carlos Montes y Oscar Guillermo Garretón, entre otros-, sino de los "concertacionistas sólidos".
De ellos, con Viera-Gallo es amigo desde los '80, cuando en el ocaso del Mapu discutían si debían continuar el movimiento o incorporarse al PS. Luego, recuerda, tuvieron sus momentos de mayor cercanía cuando Tironi dirigía la Secretaría de Comunicaciones en el gobierno de Aylwin y el ahora ministro era diputado: "Ahí había mucha cercanía y comunidad, que nunca más se perdió, pero no era de ex Mapus, sino de quienes estuvimos en el gobierno de Aylwin". Tanto, que bajo la parra de la casa de Edgardo Boeninger se convirtieron en asiduos del "grupo del parrón", donde cada cierto tiempo se juntaba a conversar con René Cortázar, José Pablo Arellano, Enrique Correa, Oscar Guillermo Garretón y José Joaquín Brunner, además de ocasionalmente Ernesto Ottone, Juan Gabriel Valdés e Ignacio Walker.
"Era un grupo transversal y que estaba ahí por el temor de ver que se erosionaba el espíritu transversal que había sido la base del éxito del gobierno de Aylwin y que había sido el origen de la transición", cuenta.
Mucho ha pasado desde entonces y en el último año, cuando llegaron al gobierno de Bachelet las "caras nuevas" y la paridad, y el sociólogo PPD declaró la muerte del Mapu. Hoy, que vuelven varios "viejos estandartes" oficialistas a La Moneda, Tironi ve con optimismo el cambio de gabinete, aunque advierte que sería un "error" que se llamara a este equipo "transversal" sólo para las emergencias y luego rápidamente fueran pasados a retiro. Esto, acota, pues es "la inserción de esta cultura concertacionista que le está dando más gobernabilidad y energía a la administración de Bachelet".
-Le dio un nuevo aire al gobierno, retomó la agenda, vitalizó el debate político, le dio energías para enfrentar los problemas, como lo está probando el llamado Plan Cortázar y el fin de esta telenovela que ha sido la nominación del contralor.
-¿Puede servir para enmendar el rumbo?
-Yo creo, pero lo importante es que se preserve lo que se ve hoy: un gabinete empoderado, con más autonomía.
-Ud. planteó ya el tema de que se necesita un gabinete más empoderado y menos infantilizado, ¿qué significa eso en la práctica?
-Significa que es importante que cada ministro asuma que tiene un ámbito de competencia, que hay muchos temas que se tocan o se superponen con las labores de otros ministros y que se requiere una coordinación interministerial muy activa, que es lo que cumplió la Secretaría General de la Presidencia en los gobiernos de Patricio Aylwin y de Eduardo Frei, y que es un rol que se ha venido desdibujando lamentablemente. Y eso ha hecho que mucha labor de arbitraje y de "micromanagement" caiga en la Presidenta. Cuando éste era Lagos, eso no fue problemático, porque él, por experiencia, por formación, podía cumplir con facilidad la doble condición de jefe de Estado y jefe de Gobierno. Lagos no necesitaba un Boeninger, un Genaro Arriagada ni un Juan Villarzú, porque él ejercía sin ninguna dificultad la labor de coordinación y además tenía un conocimiento directo de las áreas totalmente excepcional.
-¿Bachelet no tiene esa capacidad?
-No creo que sea bueno replicar el modelo de Lagos, porque es una anomalía, no una regla. La regla es que en Chile se requiere de un liderazgo que nos contenga, que nos acoja y escuche, que nos interprete, pero para lograr eso no debe estar con las manos en la masa, en el día a día, ésa es una labor que debe encargársela a otros. Así como Aylwin pudo pedir perdón, con los ojos llorosos, a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos por lo que el Estado había hecho, y eso lo pudo hacer y tuvo el impacto que tuvo, fue porque tenía a otra gente de su gabinete dedicado a las negociaciones, al trabajo sucio. Entonces, me gustaría que se mirara más ese ejemplo que el de Lagos. Y la Secretaría General de la Presidencia tiene que jugar un papel no sólo de negociación y acuerdos con el Parlamento, sino una función más activa de coordinación interministerial, junto con Hacienda y el jefe del Gabinete.
-¿Es bueno que la Presidenta haga dos ajustes en menos de un año? ¿No da una señal de que ha perdido el rumbo?
-Tenemos que acostumbrarnos a este estilo. Tenemos un gobierno de cuatro años, por lo tanto, cambiar el gabinete dos veces en un año, es como antes equivalía a cambiarlo una vez cada dos años y un Presidente no tiene tiempo para perder en evaluar las cosas, sino que ante la duda tiene que actuar y tiene que cambiarlo. Eso está bien.
-Con la llegada de personajes como Cortázar y Viera-Gallo, ¿estamos viendo el fin del "bacheletismo"?
-Es el fin del "bacheletismo" y la consolidación de Bachelet. El "bacheletismo" se comenzó a convertir en una suerte de ideología, que fue afectando el funcionamiento eficaz del gobierno y fue envolviendo a la Presidenta en funciones que no le corresponden. Y si esa ideología se disipa, tenemos la posibilidad de tener un gobierno más centrado en la eficacia y una Presidenta que es fiel a lo que ella representó en su campaña, que es su cercanía con la gente. Bachelet como Presidenta crece en la medida en que el "bacheletismo" se disipa.
Sería un "prurito ideológico desprenderse de esta cultura"
-Ud. hace tiempo declaró que el Mapu estaba muerto, ¿mantiene esa idea, considerando la llegada de Viera-Gallo y que Enrique Correa estaría asesorando a la Presidenta?
-Esto no tiene que ver con el Mapu, sino con el suprapartidismo, el concertacionismo muy sólido, muy denso, que se creó después de que el Mapu contribuyera a la convergencia del mundo socialista laico y progresista cristiano. Y en un momento este grupo fue visto como una carga, como un pasivo, porque representaba las caras viejas o los viejos estilos de transaccionismo, pero de pronto, cuando uno está metido con los dedos en la masa, se da cuenta de que ese tipo de rasgos son indispensables para gobernar una sociedad compleja. Y me alegro que eso haya sido reconocido y espero que no sea transitorio, que no sea sólo para sortear este momento.
-¿Puede Bachelet volver atrás en eso, como lo hizo luego de la campaña? Tras la primera vuelta recurrió a personajes como Sergio Bitar y Andrés Zaldívar, pero al asumir el gobierno volvió a las caras nuevas.
-La opción de que sean llamados como bomberos y luego se les dé las gracias por el servicio, pero se les reenvíe a su vida privada, es una posibilidad que siempre está. Pero tal cual se están dando las cosas sería un error, porque no me cabe duda de que la inserción de esta cultura concertacionista le está dando más gobernabilidad y energía a la administración, le está dando a la administración de Bachelet más capacidad de generar gobernabilidad y más capacidad para impulsar su propio programa. Entonces, tendría que haber un prurito ideológico o casi una afrenta personal que no conocemos y que podría llevar a ser tan irracional como para desprenderse de toda esta cultura.
-Pero luego de que ella misma renegó durante la campaña de las elites políticas, resulta ahora que son necesarias, ¿no puede ser un pie atrás en su estilo ciudadano?
-No, lo que va a salvar a Bachelet es el fin del bacheletismo y que siga siendo ella misma. Lo que necesitamos es que la Presidenta Bachelet no se asimile al gobierno, al equipo ministerial. Ellos tienen que estar mirando la eficacia, los números, las transacciones, viendo las conversaciones de pasillo, las conversaciones inconfesables. Si ella se mete en eso, se acaba el estilo Bachelet, pero si toma distancia, renueva su estilo, eso es lo que debiera hacer y es lo que la gente quiere de ella.
"Me gusta que la Presidenta tenga la actitud de ponerse en la gradería, junto al público"
Tironi se ríe cuando le recuerdan que el diputado DC Jorge Burgos afirmó hace unas semanas que le pediría a él, a Enrique Correa, a Genaro Arriagada y a Carlos Huneeus que le dieran "una mano" al gobierno. "En buena hora él no ha sido escuchado", bromea.
Pero, ya en serio, es categórico en señalar que no ha recibido señales del gobierno para colaborar con él. "A mí nadie me ha llamado y no se me ocurre tampoco que tenga nada que decirle al gobierno que no sea lo mismo que digo a través de mis modestas columnas" o de entrevistas. Respecto del gobierno, soy un ciudadano más y mi opinión la emito cuando me parece", asegura.
-El New York Times criticó el hecho de que la Presidenta se plantee como una "abogada" de la gente y que cuando critica al gobierno, lo hace como que ella no fuera parte de él.
-A mí me gusta eso, me gusta que ella tenga esta actitud de ponerse en la gradería, junto al público, incluso a veces para juzgar al gobierno, pero para que esto funcione es preciso que el gobierno se desprenda un poco más de su férula y empiece a hacer que los ministros se coordinen más entre sí, tomen con más autoridad los temas que están bajo su mando y que la Presidenta deje hacer.
-¿Un estilo más maduro? Algunos dicen que los ministros estaban acostumbrados a un liderazgo paternal con Lagos y ahora a uno maternal con Bachelet.
-Claro, no sé quién es responsable de qué, pero lo concreto es que me gustó la actitud del ministro Belisario Velasco en el verano, me ha gustado mucho la actitud de los ministros Cortázar y Viera-Gallo, y no tengo temor, a diferencia de otras personas, de que Andrés Velasco también muestre más autonomía. Es importante que el gabinete se emancipe un poco de la figura del padre Lagos que todavía pena, y que la Presidenta Bachelet deje de estar metida en el micromanagment.
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