Diario Electrónica Granvalparaíso.cl
05.12.2006
Se ha demorado en venir porque ella trata bien a sus amigos, a sus colaboradores, a sus esbirros; y entre ellos profesa especial devoción al ex dictador
05.12.2006
Se ha demorado en venir porque ella trata bien a sus amigos, a sus colaboradores, a sus esbirros; y entre ellos profesa especial devoción al ex dictador
Malkiano
YA NADA SORPRENDE mucho a estas alturas de la historia nacional de la infamia. Que el anciano y decrépito dictador esté nuevamente a orillas del Aqueronte esperando al barquero que le lleve a los infiernos no es novedad para muchos. Ya antes eludió la mano de la justicia usando su acostumbrada cobardía y sus tretas de enfermo senil. Y aunque ahora parece que es en serio, tampoco genera mucha expectación.
Al mísero ex general lo han olvidado hasta sus antiguas sanguijuelas que succionaron con su venia la sangre de nuestro país, engordando a la vista del amo cual cerdos para embutidos. Ya no están sus ancianas fans que agitaban las pocas joyas que les quedaron después de entregarlas con inocente fe a las arcas de la dictadura, arcas que no fueron otra cosa que los joyeros picantes de la cónyuge del verdugo uniformado.
Y la prensa le dedica portadas tan sólo porque su historia oscura aún vende ediciones y se agitan algunas mentes pensando en sus funerales, quizás morboseando sobre la hora en que se vea a los supuestos defensores de la democracia rindiendo honores al asesino primario, al sumo mortis, a la sombra fétida de nuestra historia civil.
Yo no puedo dejar de esbozar un rictus en mi boca al pensar en el día aquel. Ver las caras hipócritas de quienes hagan llegar su pésame a la familia criminal. Cuando hay que sacar la basura, tan sólo la embolsamos, la llevamos al basurero y la arrojamos lejos; nadie, creo yo, se despide de sus desechos lamentando la partida.
La muerte está rondando a la muerte. Se ha demorado en venir porque ella trata bien a sus amigos, a sus colaboradores, a sus esbirros. Esta vieja flaca y fea ya le echó el ojo al canallesco esperpento, mientras su familia se desespera en la impotencia de ver perder los millones que se fugan de sus arcas corruptas.
Veo en los noticieros las escasas manos que aplauden y alientan al canalla y sólo me queda pensar en “díme a quien admiras y te diré lo que eres”… También veo a otros que irrumpen con su desenfado apurando a la muerte para que haga la justicia que el hombre no ha sido capaz de hacer. Veo los enfrentamientos y veo el banquete mediático que hace la prensa con estos hechos.
Pero hay algo que no veo en la televisión ni en los diarios, y es aquello que está en la intimidad de la tierra, en el fondo de las rocas, en las profundidades del mar, en cuevas aún no encontradas, en el silencio de anónimas tumbas, en los muros húmedos y olvidados de viejas cárceles.
Eso que está flotando en un aire ámbar sobre nuestra memoria: es el dolor, los gritos, los llantos, el sonido de la sangre sobre el piso, de la piel desgarrada, quemada, mutilada, de los rostros masacrados, de las costillas quebradas, de las manos atadas, de los cuerpos violados, las uñas arrancadas, los genitales destrozados , los ojos vaciados, el sonido silencioso de la muerte clandestina y macabra que resuena en la memoria larga de este país ingrato. Hay tanto dolor acumulado, que no se puede comprender.
Yo no hablo por nadie más que por mí, y si por mí alguien más se siente hablado, lo siento, siento mucho que también conozcas ese sonido. Y a quien le moleste esta crónica le disculpo su sordera, su ceguera y su estupidez.
La muerte está rondando a la muerte. Caronte, el barquero, espera que su pasajero suba, pero no sabe si llevarlo al infierno o, en un acto de justicia sobrenatural, arrojarlo por la borda en mitad del río para que su castigo sea jamás morir y jamás vivir.
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